Pequena nota da obra O ser e o nada, de Jean Paul Sartre.

El no-ser se niega en su propio meollo. Cuando Hegel escribe: «El ser y la nada son abstracciones vacías y la una es tan vacía como la otra», olvida que el vacío es vacío de algo18. Y el ser es vacío de toda otra determinación que no sea la identidad consigo mismo; pero el no-ser es vacío de ser. En una palabra, lo que aquí ha de recordarse, contra Hegel, es que el ser es y la nada no es.
Así, aun cuando el ser no fuera el soporte de ninguna cualidad diferenciada, la nada sería lógicamente
posterior, ya que supone al ser para negarlo, puesto que la cualidad irreductible del no viene a sobreañadirse a esa masa indiferenciada de ser para liberarla. Esto significa no sólo que hemos de negarnos a poder ser y no ser en el mismo plano, sino también que hemos de cuidarnos mucho de poner a la nada como un abismo originario del que surgiría el ser. El empleo que damos a la noción de nada en su forma familiar supone siempre una previa especificación del ser. Es notable, a este respecto, que el idioma nos ofrezca una nada de cosas («nada») y una nada de seres humanos («nadie»). Pero la especificación se lleva todavía más lejos en la mayoría de los casos: se dice, designando una colección particular de objetos: «No toques nada», o sea, muy precisamente, nada de esta colección. Análogamente, el que es interrogado sobre acontecimientos bien determinados de la vida pública o privada, responde: «No sé nada»; y este «nada» incluye el conjunto de los hechos sobre los cuales se le ha interrogado. El propio Sócrates, con su frase famosa: «Yo sólo sé que nada sé», designa, con ese nada, precisamente la totalidad del ser considerada en tanto que Verdad. Si, adoptando por un instante el punto de vista de las cosmogonías ingenuas, tratáramos de preguntarnos qué «había» antes que hubiera un mundo, y respondiéramos «nada», nos veríamos ciertamente obligados a reconocer que ese «antes», lo mismo que ese «nada», tendrían efecto retroactivo.

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